Calle San Vicente
Calle Luis Sirval (17/10/1936). (*)
Calle San Vicente (1940) (**)
(*) Acuerdo de 25 de Agosto de 1936: “El cambio de denominación de la calle San Vicente a Luis de Sirval.”.
(**) Denominación acordada en Sesión de 31 de Diciembre de 1940, reponiendo su nombre tradicional, que ya figura en las actas municipales de 2 de Marzo de 1784: “Los vecinos de la calle de San Vicente piden que se prohíba lavar la ropa en una balsa existente...”. (Sánchez Adell).
En 26 de Junio de 1931 los vecinos de la calle propusieron que se llamase Maestro Carlos Selma Roig,: “ En atención a los méritos que dicho señor tiene contraídos, y para que sea perpetuada la memoria de su brillante labor pedagógica”, lo que no prosperó.
Carlos Selma Roig sería posteriormente Presidente del Partido Republicano Radical de Castellón, Concejal del Ayuntamiento y Presidente de la Diputación de Castellón.
Carlos Selma era intimo amigo y correligionario del autor original de esta obra Vicente Gimeno Michavila, quien tras la guerra civil, cesado Carlos Selma de su trabajo por “su auxilio a la rebelión”, ofreció a su amigo Carlos Selma para que pudiera ejercer su labor de maestro prestandole, por vida y gratuitamente un local donde pudo dar sus clases, sito en la calle San Vicente numero 2, hoy desaparecido. (Antiguo edificio conocido por el “Látigo”, por ubicar en sus bajos la “colla”, punto de reunión de los arrieros de la época, que dejaban sus látigos para tomar unas copas).
Un colegio de E.G.B. sito en el grupo San Lorenzo, perpetua la memoria de este buen maestro, honrado político, querido, admirado y respetado.
San Vicente Ferrer nació en Valencia, el 23 de enero de 1350. Sus padres fueron Guillermo Ferrer, notario, y Constança Miquel. Fue bautizado en la Parroquia de san Esteban.
Tomó el hábito de fraile dominico en el cercano Real Convento de Predicadores el 5 de febrero de 1367, emitiendo sus votos definitivos el 6 de febrero de 1368. Estudió Filosofía, Biblia y Teología en Barcelona, Lérida y Toulouse obteniendo en 1388 los títulos de “Maestro en Teología” y “Predicador General” en su orden religiosa.
Residió en Avignon durante el Cisma de Occidente donde recibió diversos cargos de Benedicto XIII. En 1399 abandona definitivamente esta ciudad y se consagra a su actividad misionera.
El contenido de su predicación siempre fue el de penitencia y reforma. En este sentido se esforzaba por resolver contiendas, mejorar la vida moral y espiritual, buscando una sociedad más cristiana, más espiritual y más armoniosa. Predicó por toda la Corona de Aragón, la de Castilla y, además, el sur de Francia, el norte de Italia, Suiza y la Bretaña francesa. En muchos lugares se recuerda su paso por los hechos portentosos y milagros que ocurrieron.
En al ámbito social, su gran prestigio le llevó a fundar en 1410 una cofradía para atender a los niños huérfanos y abandonados de Valencia, tarea que continúa en el Colegio Imperial de Niños Huérfanos de san Vicente Ferrer. Participó en el Compromiso de Caspe en el que se designó heredero de la Corona de Aragón a Fernando de Antequera tras la muerte sin descendencia de Martín el Humano.
En 1419 predicó la que sería su última Cuaresma y a los 69 años murió en Vannes (Bretaña francesa) el 5 de abril de ese mismo año. Está sepultado junto al altar mayor de la Catedral.
San Vicente fue canonizado el 29 de junio de 1455 en Roma por el papa Calixto III. Su fiesta se celebra el 5 de abril, aunque desde muy antiguo, en Valencia, se celebra el lunes posterior a la Octava de Pascua.
Luis de Sirval (Valencia, 1898-Oviedo, 1934), seudónimo de Luis Higón y Rosell, fue un periodista español, asesinado por legionarios en la represión de la Revolución de Asturias de 1934. Su muerte generó gran repercusión y provocó una serie de protestas a raíz de la condena del asesino, por «simbólica o demasiado benevolente», a juicio de personalidades como Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Azorín o Juan Ramón Jiménez.
Nacido en Valencia en 1898, fue colaborador en publicaciones como La Voz de Valencia, El Noticiero Universal, El Diluvio, La Libertad o El Heraldo. Murió en Oviedo el 27 de octubre de 1934, asesinado después de ser extraído de su celda por miembros de la Legión —entre los que se encontraban Dimitri Ivanoff, Rafael Florit de Togores y Ramón Pando Caballero— después de finalizar la Revolución de octubre de 1934, durante el segundo bienio de la Segunda República Española, sucesos que había cubierto como periodista pero en los que no tomó partido del lado de los insurgentes. La causa pudo deberse a que acusó a la Legión de haber asesinado «a sangre fría» a la revolucionaria Aida de la Fuente, o bien al mero hecho de investigar la violenta represión de las tropas gubernamentales.
La muerte de Sirval daría lugar a la publicación de obras como Por qué mataron a Luis de Sirval (1935), del también periodista Ignacio Carral, o El delito de asesinato: el caso Sirval (1936), de Manuel López del Rey.
Sirval, que había llegado a Asturias cuando el movimiento revolucionario ya había sido abortado, fue detenido poco antes de enviar su tercer reportaje a El Mercantil Valenciano, en el que, a través del testimonio de tres legionarios, se implicaba al teniente Dimitri Iván Ivanoff en el fusilamiento de la joven de diecinueve años Aida Lafuente –que luego pasaría a la historia como «La Rosa Roja»–. El relato de los hechos cuenta que, encontrándose fuera de servicio, dicho oficial del Tercio y otros dos legionarios irrumpieron en la comisaría y sacaron a Sirval de su calabozo, para acribillarle en un pequeño patio de apenas 36 metros cuadrados, cerrado por muros de 9 metros de alto que no pudieron evitar que algunos vecinos presenciaran el hecho. El crimen tuvo una farsa de juicio en el Tribunal de Urgencia de Oviedo en agosto de 1935, en que el asesino fue condenado a seis meses y un día de prisión menor, que no cumplió «...por considerarse homicidio por imprudencia temeraria». Dicho tribunal rechazó también los testimonios presentados, hasta 27, por Eduardo Ortega y Gasset, abogado defensor, e insistió en que al teniente se le disparó accidentalmente la pistola, impactando sobre el periodista seis de los siete tiros, el último de ellos en la sien. Un mes después el Tribunal Supremo ratificó el fallo y el crimen quedó impune, provocando una serie de protestas que llegaron, como en el caso de Valencia, de donde era el periodista asesinado, a llenar su plaza de toros. Por su parte, Unamuno, Machado, Juan Ramón Jiménez y Azorín firmaron un manifiesto en contra de la sentencia.
En 1936, antes de la Guerra Civil, se abrió una querella contra los magistrados que dictaron sentencia en 1935, circunstancia que luego daría lugar a otro asesinato en Ávila tras el «alzamiento» de julio —la ciudad quedó rápidamente en poder de los sublevados—, en este caso se acabó con la vida de uno de los magistrados que admitieron la apertura de este nuevo proceso, según Antonio Linage Conde.
Prueba de la repercusión que tuvo la detención y muerte del periodista es que durante la Revolución Española de 1936 en Torrebaja, pequeña localidad del Rincón de Ademuz próxima al frente de Teruel y sede del Alto Mando del Cuerpo de Ejército, a la popular calle de San Vicente se le cambió el nombre, poniéndole «Calle Luis de Sirval».
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