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El Edificio Sindical de Castellón

  • Foto del escritor: Carlos Renau Merce
    Carlos Renau Merce
  • 25 sept
  • 2 Min. de lectura

En el Castellón de posguerra, todavía marcada por la huella de la Guerra Civil, comenzó a levantarse entre 1949 y 1952 un edificio que no era uno más. Diseñado por el arquitecto Manuel Vives Llorca, se erigía en la Plaza María Agustina como símbolo del nuevo régimen. Su estilo sobrio, monumental y simétrico no dejaba lugar a dudas: era el Edificio Sindical, la “Casa del Pueblo” del franquismo, donde se centralizaba la vida política y social bajo la tutela del Sindicato Vertical.


Durante los años 50, sus pasillos se llenaron de actividades de la Sección Femenina, que organizaba cursos, bailes regionales y formación doméstica para mujeres. En paralelo, el Frente de Juventudes encontraba allí su sede, inculcando disciplina y lealtad al régimen a los más jóvenes. Incluso el Conservatorio de Música tuvo cabida en sus primeras plantas, como si la cultura pudiera convivir con la rigidez política que impregnaba el edificio.


Pero el Edificio Sindical no era solo un lugar administrativo. Su bar, abierto a la plaza, fue durante años punto de encuentro de vecinos, funcionarios y sindicalistas del régimen. Y en 1956, un nuevo espacio dio vida a la cultura popular: el Cine Teatro Sindical, hoy conocido como Teatro del Raval, donde generaciones de castellonenses disfrutaron de cine y espectáculos.


La muerte de Franco en 1975 marcó un antes y un después también para este edificio. Con la llegada de la democracia, el viejo Sindicato Vertical se desmoronó y sus espacios comenzaron a transformarse. Fue entonces cuando las nuevas organizaciones sindicales —UGT, CCOO y otros movimientos obreros— reclamaron parte del edificio como símbolo de su propia legitimidad. En aquellos años convulsos, los salones que antes habían servido para actos oficiales del régimen se convirtieron en lugares de reunión, asambleas y debate. Allí se gestaron huelgas, reivindicaciones laborales y negociaciones que marcaron la vida de Castellón en la transición.


Con el paso de los años, el edificio fue perdiendo su carácter autoritario y ganando un uso plural. Rehabilitado entre 2002 y 2009, pasó a acoger dependencias de la Generalitat Valenciana y sedes sindicales. Incluso la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV) se instaló en parte de sus plantas, dando a la antigua Casa Sindical un nuevo matiz: de ser el emblema de un sindicato único e impuesto por la dictadura, pasó a ser un espacio compartido entre sindicatos libres, empresarios y administración.

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Hoy, al contemplar su fachada sobria frente a la plaza, el Edificio Sindical es mucho más que ladrillo y cemento. Es el recuerdo de un pasado autoritario, el testimonio de un tiempo en que las voces se controlaban desde lo alto, pero también el símbolo de una ciudad que supo reconvertir un espacio cargado de ideología en lugar de diálogo y convivencia.


Ha sido escenario de imposición, de propaganda, de encuentros sociales, de reivindicaciones y de pactos. Pocos edificios en Castellón concentran con tanta intensidad los contrastes de la historia reciente: de la dictadura a la democracia, del sindicato único a la pluralidad de voces, de la imposición al acuerdo.

 
 
 

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