El día 20 de Julio de 1.894 por acuerdo del Ayuntamiento de la Ciudad se acuerda la creación nuevas calles en el lugar llamado del l´Armelar de la Breva.
Calle Pelayo
Calle Frente Popular (1937)
Calle Pelayo
Calle Félix Breva
Calle Lepanto
Calle Mendizabal (actualmente denominada calle Aparisi Guijarro)
Calle Ingeniero Ballester
Pelayo (?-?, 737) Caudillo astur. La personalidad de Pelayo ha sido mitificada a lo largo de los tiempos hasta rodear al personaje de un aura heroica casi sobrehumana. Las fuentes más fiables indican que formó parte de una de las familias de la aristocracia del norte de la Península, quizá de origen visigótico, asentada en la cuenca del Sella.
A raíz de la derrota y muerte del rey Rodrigo, ante los invasores árabes, en la batalla del Guadalete (711), se produjo el súbito colapso del reino visigótico y la caída de la península Ibérica en poder de los musulmanes. Según las crónicas musulmanas, Pelayo estuvo en Córdoba como rehén. Alrededor del 718 organizó en el norte una revuelta contra el pago de los impuestos exigidos por los nuevos gobernantes, que desembocó en una guerra abierta.
Aprovechando su conocimiento del terreno, los sublevados acosaron a las tropas árabes, poco habituadas a combatir en regiones tan abruptas y con un clima tan frío. En el 722, Anbasa, gobernador árabe de la península Ibérica, envió un ejército para aplastar, de una vez por todas, la revuelta. Pelayo y sus seguidores atrajeron a la fuerza expedicionaria, compuesta seguramente por unos pocos miles de efectivos, que ya habían logrado diversas victorias, hasta los valles de Covadonga, donde cántabros y astures se habían hecho fuertes. Su formidable posición defensiva no pudo ser conquistada ni por las tropas beréberes, acostumbradas a combatir en terreno montañoso, que formaban parte del contingente musulmán.
Por último, los atacantes se vieron forzados a emprender una retirada que se tornó desastrosa cuando Pelayo se lanzó en su persecución hostigándolos sin tregua. Al fin, posiblemente, tras haber reforzado sus efectivos, entabló combate franco y derrotó a los musulmanes en Olalíes (actual Proaza), tras lo cual estableció su capital en Cangas de Onís.
Don Pelayo se convirtió para los españoles en el primer héroe de la Reconquista, y como tal fue celebrado no sólo en crónicas y romances medievales, sino también en extensos poemas como El Pelayo (1605) de Alonso López Pinciano, y en numerosos dramas del Siglo de Oro, los más conocidos de los cuales son El último godo, de Lope de Vega; La restauración de España, de Luis Vélez de Guevara, y El restaurador de Asturias, de Juan Bautista Diamante. Con el Neoclasicismo, la figura volvió a los honores de la escena en la tragedia en verso y en cinco actos Pelayo, de Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), destacada pieza de la serie de tragedias neoclásicas que los escritores españoles del siglo XVIII escribieron imitando a Corneille, a Racine e incluso a Vittorio Alfieri. El héroe godo apareció asimismo en la tragedia en tres actos Pelayo, de Manuel José Quintana (1772-1857), representada en 1805. Ya en el Romanticismo, José de Espronceda le dedicó también un poema, inacabado, titulado Pelayo.
Juan Álvarez Mendizábal. Político español (Cádiz, 1790 - Madrid, 1853). Miembro de la burguesía comercial gaditana, actuó como proveedor del ejército organizado por Fernando VII para recuperar las colonias españolas en América (1820); junto con otros conspiradores, preparó el pronunciamiento de aquel ejército que, encabezado por el general Rafael de Riego, obligó al rey a aceptar la Constitución de 1812.
No ocupó cargos políticos durante el siguiente Trienio Liberal, pero su significación le obligó a exiliarse cuando los «Cien mil hijos de San Luis» restablecieron en España el absolutismo (1823). Sus actividades comerciales en Inglaterra le proporcionaron una gran fortuna. Y su prestigio político entre los exiliados liberales se acrecentó cuando contribuyó a financiar la expedición militar británica que acabó con el absolutismo en Portugal y aseguró en el Trono a María II (1834).
Por tal motivo, la corriente progresista del liberalismo español le propuso como alternativa para sustituir en el gobierno al moderado Martínez de la Rosa en 1835. Un movimiento revolucionario obligó a la regente María Cristina de Borbón a entregar el poder a Mendizábal, que fue nombrado ministro de Hacienda y primer ministro (1835-36).
La medida más significativa que adoptó fue la llamada desamortización de Mendizábal (1836), proceso de nacionalización de los bienes del clero regular para venderlos en pública subasta; aquella medida, inspirada por la Revolución francesa, tenía por objeto dinamizar la economía agrícola del país sacando al mercado libre el ingente patrimonio inmobiliario acumulado por las órdenes religiosas, formando además con sus compradores una clase media dispuesta a apoyar el régimen liberal y la causa de Isabel II; al mismo tiempo, la operación serviría para reducir la agobiante deuda pública y proporcionar al Estado medios económicos con los que financiar la guerra civil contra los carlistas (a tal efecto decretó la «quinta de cien mil hombres»).
La desconfianza de la regente le impidió completar su programa con la revisión del Estatuto Real en un sentido liberal y parlamentario, llevándole a dimitir en 1836. No obstante, un nuevo movimiento revolucionario le permitió recuperar la cartera de Hacienda en 1836-37, extendiendo las medidas desamortizadoras a los bienes del clero secular y decretando la extinción del diezmo eclesiástico.
Posteriormente volvió a ocuparse del mismo Ministerio en 1843. Tras la toma del poder por sus adversarios moderados, se exilió en 1844-47. Luego regresó a España y ejerció hasta su muerte como diputado progresista.
Antonio Aparisi Guijarro (Valencia, 29 de marzo de 1815 - Madrid, 5 de noviembre de 1872) fue un político y periodista tradicionalista español.
Huérfano de padre muy pronto, la familia quedó en suma pobreza, pese a lo cual logró iniciar sus estudios en el Colegio Andresiano de su ciudad natal, aunque con mínimo aprovechamiento al principio, por lo que sus educadores llegaron a dudar de que pudiera continuarlos. Sin embargo, superada pronto aquella crisis escolar cursó Derecho, primero en la Universidad de Valencia y después en la de Madrid hasta su licenciatura, conseguida la cual ejerció como abogado primeramente en su tierra y más tarde en la Corte, donde alcanzó gran fama como jurisconsulto. No obstante, su gran vocación era la política al servicio de unos muy sólidos ideales católicos, que lo llevaron a afiliarse, apenas acabados sus estudios, en el partido tradicionalista, del que años más tarde sería jefe.
En 1843 fundó la revista La Restauración, y en 1855 el periódico El Pensamiento de Valencia. En 1858 conseguía su primer acta de diputado por Valencia, defendiendo en las Cortes el poder temporal de los Papas y acreditándose como gran orador. De 1862 a 1872 dirigió La Regeneración, a través de cuyas páginas, así como desde la tribuna pública, atacó al liberalismo, la democracia y, muy especialmente, el krausismo. El 3 de diciembre de 1860, invitado por Orti y Lara, pronunció un discurso en la Sociedad Literario-Católica La Armonía, que constituyó un grito de combate contra los enemigos de la España tradicional católica y en el que afirmaba: La razón iluminada por la fe se llama Santo Tomás de Aquino; la razón enemiga de la fe se llama Federico Krause. También por estos años colaboró en La Esperanza y La Estrella.
En 1865 es nuevamente elegido diputado por Valencia y Pamplona y al año siguiente la Real Academia Española lo nombraba miembro de número (para la silla g) de la Corporación, aunque no llegó a tomar posesión del cargo, pues la revolución de septiembre de 1868 lo obligó a rebasar la frontera francesa, emigrando a París, donde intentó sin éxito la reconciliación del pretendiente don Carlos María de Borbón con Isabel II. Ese mismo año de 1866, también fue elegido para la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.2 En 1870 asistió a la conferencia del carlismo en Vevey (Suiza) y en aquel mismo año lo recibió Pío IX en audiencia privada. Por iniciativa suya se fundó el Directorio Central del Partido Carlista en París. De regreso en España, la provincia de Guipúzcoa lo eligió senador, cargo en el que le sorprendió la muerte el 8 de noviembre de 1872,3 mientras pronunciaba un discurso en el Congreso.
Muy influido en su pensamiento por Jaime Balmes y Donoso Cortés, su obra constituye hoy uno de los más sólidos pilares del tradicionalismo, siendo perceptible a su vez su presencia doctrinal en varias de las figuras que le sucedieron en las filas del carlismo, como Enrique Gil Robles, Vázquez de Mella y Víctor Pradera.
José Ballester Vilaroig (Vinaroz 1802 – Castellón 1876). Alcalde de Castellón y Presidente de su Diputación provincial. Miembro del Partido Liberal. Durante el Trienio Constitucional es un activo participante en la defensa de los principios liberales siendo oficial de los voluntarios de su ciudad natal, lo que le lleva a enfrentarse a las facciones realistas que recorrían el Maestrazgo. En 1834, durante la primera guerra carlista, ocupa el grado de Comandante de la Milicia de Castellón encargándose de la defensa de esta ciudad ante el asedio al que le somete las fuerzas encabezadas por Ramón Cabrera. Desde esas fechas se convierte en el líder indiscutido del Partido Progresista en Castellón, consiguiendo el acta de concejal del Ayuntamiento castellonense entre octubre de 1835 y octubre de 1836. En 1840 es elegido alcalde de la ciudad, cargo que volverá a ocupar en 1844 y 1845. Durante el Bienio Progresista retorna como diputado provincial. En 1868 es designado vocal de la Junta Revolucionaria castellonense, recuperando el acta de diputado provincial, siendo elegido Presidente de la institución y ocupando el cargo de Gobernador civil interino por decisión de los miembros de la Junta entre el 2 y el 13 de octubre de ese mismo año.
CALLE FELIX BREVA
CALLE INGENIERO BALLESTER
APARISI GUIJARRO
CALLE PELAYO
CALLE LEPANTO
Comments