UN LAUREL EN LA PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN.
Se plantó en octubre de 1868. Aquel símbolo de la libertad era hermoso, aunque pequeño y apareció de la noche a la mañana en el centro de lo que ahora es la Plaza Mayor, antes de que se levantara en ella la estructura metálica con techumbre de fibrocemento para que los vendedores del mercado no tuvieran que colocar los toldos cada y mesas cada día; pero aquel laurel parecía no encontrarse a gusto allí o caso creyó que la libertad no era tanta como hubiera deseado. Sus hojas parecían tristes y el color verde de las mismas, no tenía la intensidad debida. Algunos vecinos acusaban al horchatero por lanzar alrededor del arbolito los restos de su dulce y refrescante líquido. También la buñolera echaba allí el aceite que le sobraba. Incluso los distintos propietarios de algunos perros que solían orinar junto al pequeño tronco del laurel tuvieron que aguantar las críticas de los castellonenses.
Aquel primer laurel murió y fue sustituido por otro coincidiendo con la revolución conocida como la Gloriosa que decidió a la reina Isabel II tomar el camino del exilio; pero el resultado fue el mismo: laurel y mercado no parecía una buena combinación.
El Ayuntamiento presidido por González Chermá quiso hacer un último esfuerzo y decidió rodear el laurel con una valla de hierro forjado y cuando se colocó la cerca diseñada por el arquitecto municipal, algunos periodistas de la época comentaron que el símbolo de la libertad estaba entre rejas.
Hoy se puede disfrutar de un nuevo laurel en la Plaza de la Muralla Liberal. Allí, en lugar de una reja, el árbol está rodeado con la inscripción "Triomfà del enemics de la Libertad. Castelló 1837", en memoria de los héroes que lucharon contra los carlistas de Cabrera.
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