A finales del siglo XIV, en Castellón había siete pozos públicos. Denominados unos con el nombre de un vecino próximo, como el d’en Guardiola o el de na Mirona, a otros se les conocía por su situación en el mapa, este era el caso del pou de Santa Maria, el de la Plaça o el de Vinamargo.
Estos pozos y otros que se fueron abriendo posteriormente a medida que la población fue creciendo, estuvieron en servicio hasta bien entrado el siglo XIX. En 1769, en la travesía de la calle Mealla, junto a la de Caballeros, los documentos hablan del conocido como pou de la Juderia.
Y en 1770, el regidor Félix Tirado construyó a sus expensas uno de estos pozos en la plazuela de la Trinidad. Un arrabal que en aquel momento se estaba desarrollando. Lo cierto es que el pozo no tuvo una vida muy larga y se inutilizó en 1787 porque molestaba la circulación de los carruajes que pasaban por el camino junto al que se encontraba.
Y esta fue la razón por la que también desaparecieron en 1784 los dos que había en la calle de Enmedio, el de Maig y el del Coll de Balaguer. Pero en Castellón siguió habiendo pozos y las aguas de algunos, los conocidos como pous d’aigua fresca, eran muy apreciadas. Sobre todo en pleno verano.
Abiertos hasta las aguas subterráneas, la temporada de su explotación comenzaba en primavera y terminaba en noviembre. Entre los más conocidos se encontraban el Nou, el Primer, el dels Carlets el de la Maixquereta, el dels Corders o el de Aliaga.
El ambiente que al atardecer se formaba en torno a ellos fue fuente de inspiración para la narrativa costumbrista castellonense de finales del siglo XIX y principios del XX.
«Pou d'Aliaga», en «l'antigor les fadrines anaven per aigua» con el famoso «suret».
Comments