El 20 de enero de 1837 pasaron las tropas carlistas por la huerta de Castellón al mando del temible Ramón Cabrera, entrando por la parte de Almazora y camino de San José cruzando buena parte del término de Fadrell en dirección al santuario de Lledó. Los soldados acuchillaron a todos los labradores que encontraron ocupados en las labores de sus campos, siendo el número de muertos no menos de cincuenta. Otros fueron tomados como prisioneros y fusilados sobre la marcha junto al Caminás.
Los castellonenses se prepararon para la lucha. D. Antonio Boil, comandante general, y D. Antonio Vera, alcalde mayor a quien iba dirigido el pliego, acordaron dar callada por respuesta decididos a sostener sus puestos. Ofendidos el orgullo del pretendiente y Cabrera con el nulo resultado del mensaje, se presentaron los días 7, 8 y 9 de julio ante los muros de Castellón con la intención de ocuparlo, pero todas las tentativas que hicieron se estrellaron ante los pechos de los bravos castellonenses que por todas partes les arrebataban el paso a falta de murallas consistentes que pudieran frenar la osadía de sus contrarios. Castellón presentaba aquellos días una escena aterradora.
Por todas partes se oían gritos y disposiciones acompañados de vivas a la reina, al gobernador y a la ciudad, y todo ello confundido con el imponente toque de arrebato y generala. Si los carlistas se hubieran empeñado en cumplir lo prometido, no hay duda, Castellón hubiera repetido los heroicos hechos de Sagunto y Numancia.
Los caudillos carlistas así lo comprendieron y, en vista de aquella amenazadora actitud, tuvieron que suspender las hostilidades y fueron a incorporarse al cuerpo de ejército que con D. Carlos se hallaba en el vecino pueblo de Vila-real.
Por el heroico comportamiento de los castellonenses en aquellos hechos se añadieron a su antiguo escudo de armas algunas alegorías correspondientes a la gloria adquirida. En octubre de ese mismo año declararon las Cortes del reino que los defensores de Castellón habían merecido bien de la patria y erigieron la valerosa villa en ciudad, dándole los honrosos títulos de fiel y leal, a los que se agregó el de constante por Real Orden de 18 de abril de 1876, a causa de los servicios prestados y méritos contraídos en la guerra civil última, concediéndole además el tratamiento de excelencia el 15 de abril del mismo año. Títulos dignamente adquiridos por el pueblo de Castellón, siempre celoso por las libertades patrias y entusiasta por las ideas de civilización y progreso.
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