En el año 1528, el notario don Antonio Nos, hijo de Castellón y residente en Valencia, propuso al Consell la fundación de un convento ─bajo la advocación de la Purísima Concepción y Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara─ en el lugar donde se encontraba el antiguo hospital de la Villa y la ermita dedicada a San Sebastián.
Don Antonio se ofreció a donar la totalidad de los bienes que poseía para la construcción y el mantenimiento del nuevo cenobio. La propuesta fue muy bien acogida por los magnífics jurats de la vila que, por su parte, se comprometieron a sumar al proyecto les cases, albercs y corrals anexos y la contribución necesaria para las obras en forma de jornals de vila. La compra y desalojo de los inmuebles se inició ese mismo año y se prolongó hasta 1545, cuando ya hacía unos pocos años que se había inaugurado la parte fundamental del convento.
Tras los acuerdos del Consell y don Antonio, las obras del cenobio de las monjas clarisas de Castellón se llevaron a cabo con relativa diligencia en lo que afectaba a su estructura básica. En este sentido, el profesor Sánchez Adell ─cronista de la villa─ citó un documento fechado el 4 de junio de 1540 donde se dice: «Hay dentro de la villa un monasterio que antiguamente solía ser un hospital titulo de San Sebastián y que agora so titulo de Nuestra Señora es un convento de monjas de hábito de Santa Clara».
El convento fue oficialmente inaugurado el día 6 de julio de 1.540 Ese mismo año, D. Antonio Nos, su benefactor e impulsor, ya había fallecido en Valencia. Para dirigirlo se nombró madre abadesa-fundadora a sor Rafaela Peris de Valterra a la que acompañaron las monjas sor Ursula Montero, sor Isabel Hanyr, sor Francisca Pérez y sor Angélica Andreu. Todas ellas procedían del convento de la Puritá de Valencia. Con todo, en esta primera fase, las obras de reestructuración y adaptación del destartalado y viejo hospital y su capilla, junto con las reformas del templo no terminaron hasta el año 1557.
El edifico fue objeto de numerosas reformas con el propósito de adecuarlo a crecientes necesidades funcionales. En los primeros años del siglo XVII se construyó el claustro y se amplió el número de celdas. En sus momentos de mayor esplendor llegó a contar con treinta personas entre religiosas, legas y novicias.
Con el correr del tiempo, el ingreso en el convento supuso un fuerte atractivo para las jóvenes de clase acomodada de Castellón, que sintieron la llamada de la vida monástica. La mayoría contaron con el decidido apoyo de sus familiares que lo consideraban un gran honor. La congregación recibió numerosas donaciones, legados y limosnas. Una curiosa costumbre de la época, que también se observó en el convento de las Hermanas Pobres de Santa Clara, era la ofrenda de una docena de huevos que la novia entregaba unos días antes de sus esponsales. Se tenía la creencia que aseguraban, con ese presente, un día radiante y esplendoroso en una fecha tan señalada.
EL NUEVO CONVENTO
La estructura del veterano hospital de la Villa y la ermita de San Sebastián sufrieron una profunda remodelación con el fin de adecuar sus instalaciones a las necesidades de la vida conventual. El porche, las salas para los enfermos y de curas, el cuarto de baño, la cocina y, en resumen, la totalidad del edificio sufrió un profundo cambio para adaptarse y aún ampliarse a su nueva función. El templo se levantó en estilo gótico tardío con claras influencias renacentistas y algunos elementos del barroco. Constaba de una sola nave de orden jónico, dividida en cuatro tramos con bóvedas nervadas con simples arcos diagonales y cascarón sobre siete nervios cubriendo el presbiterio y clave con la imagen de la Inmaculada. Las otras claves estaban dedicadas a san Miguel, san Francisco y san Buenaventura.
La época más esplendorosa del convento de la Purísima fue a principios del siglo XIX, gracias a la protección prestada por el obispo de Tortosa fray Antonio José Salinas Moreno, religioso de la orden de San Francisco, que tras su nombramiento, fijo su residencia en Castellón durante su largo episcopado (1790-1814). En esta iglesia, el obispo Salinas confirió ordenes sagradas en varias ocasiones, administró la confirmación y bendijo los Santos Oleos en la misa del Jueves Santo.
Fray Antonio acometió a sus expensas la remodelación integral del convento y prestó especial atención a la iglesia que transformó en un templo de estilo neoclásico, muy en consonancia con la corriente de la Ilustración de la que era ferviente partidario. En el templo remozado predominaba lo arquitectónico sobre lo decorativo eliminando los efectos ornamentales del barroco. Se impusieron las líneas sencillas, la simetría y las proporciones sujetas a las leyes de la medida y de las matemáticas. Se empleó el estuco, elementos de estilo jónico y falsas bóvedas de medio punto pintadas al fresco por Joaquín Oliet. Este mismo pintor realizó los cuadros de los altares y del precioso cascarón con pinturas de bello colorido, frescura y entonación.
La consagración del templo restaurado tuvo lugar con gran solemnidad el día 12 de noviembre 1807. En ella se canto un Te Deum en presencia de todas las autoridades municipales y el pueblo de Castellón.
El prelado falleció el 11 de junio de 1814 y fue enterrado en la iglesia del cenobio bajo losa sepulcral dedicada por Antonio Martínez, arcediano de Culla. La lápida fue trasladada al atrio de Santa María, no así los restos de fray Antonio que no se encontraron cuando se derribó la iglesia en 1936.
La comunidad de clarisas permaneció hasta 1836, año en que fue amortizado el cenobio y trasladadas las monjas al convento de San Pascual en Vila-Real. Esta medida fue consecuencia de la Real Orden de Exclaustración Eclesiástica del 25 de julio de 1835 del gobierno del conde de Toreno, por la que suprimían todos los conventos en los que no hubiera al menos doce religiosos profesos.
Tras la marcha de las monjas de Santa Clara, varios ministerios se disputaron la posesión del edificio. Finalmente, una Real Orden Ministerial de 1839 adjudicó a las autoridades locales el usufructo del conjunto monástico para la instalación de la Escuela Normal de Magisterio, biblioteca y otros fines culturales.
La Escuela Normal de Magisterio se abrió en el año 1842 con fondos de la Diputación Provincial. En 1846 comenzó a funcionar los tres primeros cursos de Bachiller. Al año siguiente, con la instauración del cuarto curso de Bachiller se suprimió el funcionamiento de la escuela Normal debido a la escasez de presupuesto.
Más tarde, en 1898 se inauguró la Escuela Normal de Maestras de Castellón que continuó hasta 1916, año es que se desplazó junto con los estudios de Bachiller y de Formación Profesional al edificio de la plaza de Amalio Gimeno.
Con el traslado del instituto, el inmueble pasó a ser cuartel de infantería durante unos años y sufrió un deterioro progresivo hasta su demolición final. Solo la iglesia, bien acondicionada, se mantuvo en pie hasta el año 1936, en que fue demolida, desapareciendo con ella los frescos del pintor Oliet (acuerdo de la Junta Municipal del 4 de marzo de 1936).
En el centro de la plaza de Santa Clara se levantó, a finales del siglo XX, un monolito conocido como «La piedra histórica de Castellón». La base material del monumento es un bloque calizo tronco piramidal, de tono blanquecino, base rectangular de cuatro por tres metros, una altura de siete y está apoyada en basamento escalonado de piedra de Borriol. El conjunto pétreo, incluido el pedestal, tiene una carga de seiscientas toneladas y una altura de ocho metros y medio.
La piedra histórica de Castellón fue esculpida, en 1986, por el villarealense Vicente Llorens Poy que tomó como motivo principal los personajes más destacados en el devenir histórico de la ciudad de Castellón.
En la cara que mira a la calle Mayor, están representadas las personalidades que más influyeron en el nacimiento y desarrollo político de la ciudad. En la cara opuesta, la que mira a la calle Vera, se estructuran las personas de mayor importancia social a lo largo de la historia de Castellón.
Arturo Esteve Comes.
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