Después del traslado del Castellón medieval al llano, durante los primeros 60 años de la villa, los enterramientos se llevaban a cabo en las iglesias o en los huertos de algún convento; según los estudiosos de aquella época, previo pago de importantes cantidades. El primer cementerio municipal de nuestra ciudad se construyó en la actual plaza del Mercadillo, pero con el paso del tiempo, las autoridades locales no tuvieron más remedio que decidirse a buscar un emplazamiento más adecuado y de mayor superficie para instalar un nuevo camposanto. A tal fin, en el año 1802 se nombró una comisión para buscar el lugar apropiado para ello.
Los terrenos elegidos estaban situados al final de la actual calle de Zaragoza, donde se encontraba por aquellos años el Calvario; precisamente en el lugar donde se construyó, años más tarde, el Parque de Ribalta. Menos de cuatro meses fueron necesarios para poder bendecir, el día 29 de abril de 1804, el segundo cementerio municipal de Castellón. Los miembros de la comisión encargada de seleccionar los terrenos, no debieron acertar, por cuanto mucho antes de lo que nadie hubiera podido imaginar, la población había aumentado de tal manera que fue necesario buscar un nuevo emplazamiento, más alejado de la ciudad y con una superficie capaz de garantizar que las inversiones que se llevaran a cabo en el nuevo camposanto, podrían ser útiles por un tiempo superior al que se realizaron en el que, por su ubicación, se denominó Cementerio del Calvario.
El 13 de mayo de 1861 se llevó a cabo el primer enterramiento en el tercer cementerio municipal. Las obras estaban sin concluir y tampoco se disponía de toda la superficie que se consideraba necesaria, ya que hasta el 7 de noviembre de 1923, es decir, hoy hace 87 años, no pudieron disponerse de los últimos terrenos adquiridos para completar las cuatro hectáreas que los técnicos en la materia consideraban imprescindibles para la construcción de una dotación tan importante como necesaria. Aquel nuevo camposanto se denominó: Cementerio de San José pero los vecinos lo conocían como El hort del Mut.
Con el paso de los años y el crecimiento de la ciudad, las nuevas corporaciones municipales consideraron necesario adquirir otras parcelas que, durante los años que no fueron utilizadas para ampliar el camposanto, eran destinadas a otros usos. Recuerdo especialmente, entre ellos, los rudimentarios terrenos para la práctica del fútbol que existían junto a sus tapias, conocidas como Campos del Silencio.
Cuando finalizaba el siglo XX, numerosas remodelaciones, distintas ampliaciones y nuevas instalaciones, complementaron aquellas que inicialmente dispuso su proyectista, el arquitecto provincial don Manuel Montesinos Arlándiz allá por 1859. Todo resultó inútil para que el Cementerio de San José pudiera prestar sus servicios durante más años, por lo que, una vez más a lo largo de la historia de nuestra ciudad, se debió adquirir, en esta ocasión mediante el procedimiento de expropiación, nuevos terrenos sobre los que se ha construido el cuarto camposanto de Castellón, situado también hacia el oeste de la población, pero ya en el límite de su término municipal.
Quienes continuamos disfrutando de salud, ya no seremos enterrados en El Hort del Mut. El cuarto, y por ahora último cementerio de la ciudad, está situado en el Collet, dispone de todos los servicios necesarios para este tipo de instalaciones, pero los castellonenses, al fallecer, continuaremos pasando el Riu sec de esqueneta, aunque lo haremos en modernos automóviles que circularán sobre amplios puentes.
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