María Vicente Guinot (Castellón de la Plana, 2 de mayo de 1910 - Castellón de la Plana, 1993), también conocida como Marita, fue una pintora castellonense. Estudió cultura general en el colegio de las Carmelitas de Castellón, piano con el maestro de música José García y pintura con el conocido pintor Vicent Castell.
Marita, cuando deja el colegio y los estudios de piano, continuó su formación en lo que más le gustaba, la pintura, formación que compartía con otros jóvenes de la ciudad, Carmen Palau, Tonica Gómez y Carmen Noguera entre otros . Después del período de enseñanza y práctica de dibujo, pintó paisaje, escenas costumbristas y bodegones, siempre como copista porque no estaba bien visto que las jóvenes pintaron del natural. La academia del pintor Castillo, con gran afluencia de alumnos desde los 1920, era el reflejo de la importancia que tenía la pintura en la ciudad en el que varios pintores locales habían conseguido cuatro primeras medallas en exposiciones nacionales. Era difícil, pues, en los años veinte y treinta encontrar una plaza libre para poder aprender a dibujar o pintar en la ciudad.
Marita abandonó las clases y la pintura cuando se casó. Durante los años de ama y madre no olvidó su pasión para que unas décadas después, con los hijos criados, volvió a pintar. Asistió a los cursos de pintura de la Caja de Ahorros para mejorar su formación interrumpida y ampliar su técnica y de otras disciplinas como el esmalte.
Cabe destacar en su obra pictórica dos etapas: la primera como copista y la segunda como pintora del natural y copista. En la primera y en las copias, según Herminia Samblás, se manifiesta un buen dibujo y una intuitiva forma de captar el color, posibles reminiscencias de la obra de Joaquín Sorolla, los impresionistas y del maestro Castillo, y cita los cuadros Racimos de uvas negras y Racimos de uvas verdes. También destacan los lienzos con cestas de flores, composiciones idénticas a las de otras compañeras de academia de la época. La segunda corresponde a los años que vuelve a la pintura. Trabaja del natural a partir de objetos de su entorno culinario: pan, tomates, verduras, el marco cotidiano que Marita convierte en materia base de sus bodegones. Las pinceladas tienen ahora más fuerza, más energía y resolución como si dejaron fluir toda la afición y el disfrute por pintar los años pasados, los colores son más fuertes en relación a la primera etapa, verdes, rojos y tierra.
No abandonó, sin embargo, las copias, como lo muestra en dos paisajes fechados en 1977 de los que Herminia Samblás destaca un suave geometrismo que llama pseudo-naif. El dibujo demuestra trazos de los años de trabajo y de constancia a pesar del abandono de su vocación los mejores años de su vida.
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