Según cuenta el cronista Rocafort, el año 1827, Fernando VII llegó a las once de la mañana a Castellón y después de rehusar una suculenta comida y el hospedaje que le había preparado el Ayuntamiento, en el Palacio del Obispo, prefirió retirarse a descansar en el mesón de la Estrella.
No fue la única vez que Fernando VII estuvo en Castellón. Apenas un año después de aquella corta estancia del día 26 de septiembre de 1827, en uno de los hostales más populares de la ciudad, situado en la céntrica calle Enmedio, regresó junto a su esposa y algunas personalidades de la corte, el Monarca conocido en la Historia de España como el Deseado. Era el 19 de noviembre de 1828. En esta ocasión aceptó la hospitalidad de las autoridades locales y se alojó en el Palacio del Obispo. Allí mismo se organizó un acto de recepción al que asistieron las familias más notables de la ciudad. De cualquier forma, no debió alargarse demasiado la velada ya que a las siete de la mañana, los reyes y su séquito, abandonaron los aposentos y partieron en dirección a Barcelona, pernoctando en Alcalá de Chivert.
Habitualmente, los personajes ilustres que visitaban Castellón, no solían pernoctar en un establecimiento público. Durante la Edad Media y los primeros años de la Moderna, lo hacían en el Parador Real situado en la actual calle Mayor, junto al convento de los Agustinos y cuando aquellas instalaciones ya no reunían las condiciones adecuadas, el Obispo Salinas hizo construir el Palacio Episcopal de la calle Gobernador.
Hasta que se transformaron los viejos y pedregosos caminos en modernas carreteras y sobre todo, cuando la máquina de vapor permitió a los ferrocarriles convertirse en el mejor medio de transporte para llevar a cabo los grandes viajes terrestres, las diligencias y otros tipos de carruajes, fueron los mejores vehículos. Desde Castellón partían coches tirados por caballos que permitían llegar hasta cualquier lugar de España. Claro que, por poner un ejemplo, la diligencia que partía cada noche a las diez, llegaba a Valencia doce horas más tarde, después de recorrer durante toda la noche, los descuidados caminos del trayecto.
Tanto los coches destinados al transporte de personas, como los carros de mercancías, hasta el siglo XX, eran tirados por caballerías. Necesitaban, por tanto, llegar hasta los establecimientos que contaran con dependencias apropiadas para albergar, tanto a los fatigados huéspedes, como a las mulas o caballos que formaban el tiro. Quizás por ello el Rey eligió quedarse en la Posada de la Estrella situada en el solar donde, en 1920, el pintor Vicente Renau construyó el teatro-cine Royal, al que posteriormente se le denominó Romea.
Además de la Posada de la Estrella, existieron en Castellón diferentes establecimientos similares. El primero del que se tiene noticia fue el Hostal del Ángel que estaba situado en la calle Mayor. En la propia calle Enmedio se construyeron las Fondas del Moro, Europa y la Igualadina. El Hostal de la Plaça estaba ubicado en el lugar donde se encuentra ahora el Mercado Central. El conocido como Hostal Nou ocupaba una buena parte del solar donde se construyó el actual Consistorio. En la Puerta del Sol existía la Posada del Ferrocarril que se demolió para construir el Banco de Castellón, actualmente CaixaBank. El Hostal de San Juan, estuvo en la esquina de la Avenida del Rey con la calle de Colón. La Posada Oriental se encontraba en la calle Trinidad y el Hostal de San Pascual ocupaba un inmueble de la calle Amadeo I.
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